martes, 15 de mayo de 2012

Después de la nieve


 Mientras siga teniendo una risa dentro estaré bien.  

Acabo de leer Después de la nieve y aún me cuesta despegarme de las sensaciones que me ha provocado. La voz del protagonista con su lenguaje tosco, con sus observaciones llanas, con la dura inocencia de su mirada de niño hombre, sigue acechando en mi cabeza como un perro lobo a su presa. Esta lectura me pilló desprevenida. Esperaba algo más común, un canto a la defensa del planeta en los términos habituales. Pero es brutal, desgarrador y parece tan cercano, que por momento, me aterraba la idea de lo real que parecía.
Después de la nieve es un libro crudo que cuenta la historia de después de una catástrofe climática que cambia la geografía del planeta, su esquema social, cultural y emocional.
Crockett plantea un mundo despojado de humanidad, con un régimen totalitario en Occidente y se acerca peligrosamente a señalar a Oriente como la causa de todos los males, los únicos listos que lo han visto venir y sacan provecho del mal reinante. Me disgusta esta cuestión de señalar responsables, pero entiendo que puede haber más de una lectura y de que la intención de la autora haya sido plantear una fuente de debate, ¿Hacia dónde debemos mirar cuando llegue la catástrofe?
En esta novela el ser humano está despojado de toda humanidad, gestiona su día a día como una jauría de perros hambrientos y la autora plantea este paralelismo constantemente. El protagonista, Willo, crece ignorando casi todo, y quizá por eso mismo tiene la posibilidad de recurrir y conocer la sabiduría ancestral de la que poco a poco los humanos nos hemos ido apartando. Willo habla con su conciencia más radical, Perro, un cráneo de perro que es su otra voz, la de la sabiduría que le ayuda a sobrevivir. Pero también conoce la voz de Liebre, y lleva sobre su conciencia de cazador la muerte de su lebrato. Escucha y bebe de la fuerza y el poder de la madre tierra dentro de una caberna llena de imágenes ancestrales, allí, hace sus oraciones, reza a los espíritus de los animales como antaño lo hicieron nuestros predecesores. Es un canto a las raíces, a recuperar el oído fino que nos permite escuchar las voces de otros seres vivos, o muertos.
Es un relato ambientado en un frío aterrador, nieve y blancura de muerte por doquier; frío en la naturaleza y en el corazón de los hombres y mujeres que luchan por comida, cobijo y calor. Y el único calor que nunca debería faltar, desaparece antes de comenzar el relato, a Willo le arrebatan su familia. Un concepto que se potencia en la miseria.
Entonces aparece María, una pequeña de trece años muerta de frío y de hambre a quien a pesar de Perro, Willo rescata de una muerte segura. Willo comienza a crecer también como hombre. En su camino de iniciación, encuentra la compañera que al principio desprecia y luego respeta porque ella también es una superviviente.
El frío de Después de la nieve me trae recuerdos de un invierno húmedo y frío en Montevideo. Aquel invierno en el que no se llegaba a fin de mes con una moneda en el bolsillo, en el que para estudiar inglés tenía que caminar tres kilómetros de ida y otros tantos de vuelta, y no había abrigo que contuviera la humedad helada que se colaba a través de los zapatos y de la ropa. Había que ahorrar el coste del autobús y caminar. Llegaba a casa con los pies empapados  y helados. Los sabañones crecían en los dedos y en las plantas de los pies y al sacar los calcetines, parte de la piel se iba con ellos. Entonces, mi madre llenaba un cubo de agua hirviendo con sal y yo metía los pies en él para activar la circulación. Era un dolor insoportable, por la sal, por el agua, por la carne herida que tenía que cicatrizar, por la falta de lo básico que cada día iba a más.
Esos recuerdos escondidos bajo años de olvido, han tenido que salir de nuevo al leer esta novela que tal y como está planteada, tiene que remover las entrañas y dejar salir lo que sea que tengamos dentro.
Al final me quedo un con párrafo del libro prohibido (siempre los libros y la lectura, como base de la rebelión) que condena por su ideología a los habitantes de este relato a una muerte segura:

¡Debemos compartir nuestro optimismo! En torno al fuego, cuando nos reunimos, cuando contamos historias. Debemos transmitir este don a nuestros hijos.
Ellos deben convertirse en nuestros faros de esperanza. En nuestro futuro.

Nací al sur del planeta en un país donde contar historias, también fue hace algún tiempo, un símbolo de rebelión contenida.

Leed Después de la nieve, y hablad de ello. Contad vuestras historias escondidas. Rebelaos.