martes, 17 de diciembre de 2013

Amor incondicional



La primera vez que te marchaste
imité el gesto de mi madre con la mano. 

La noche que te fuiste sin despedirte
miré tu espalda con mi nariz apretada
contra el cristal de la ventana. 

El otoño aquel que se llevó las hojas del Ibirapitá
alcé la mano y cerré los ojos mientras
tus pasos crujían sobre el pedregullo.  

Cuando el túnel del avión te tragó
se me perdió la sonrisa en la garganta. 

El día que pusiste mi maleta en la puerta
renuncié a abandonarte. 

Aquella Nochebuena que no volviste a casa
alcé mi copa para brindar por tus sueños.

Cada vez que partías sentía
que buscabas tu camino
libre de todo pecado. 

Entonces decidí que debía quererte
de la única manera que sabía hacerlo
en silencio y a distancia. 

Ahora que tengo edad para entenderte
sigo sin saber por qué
siempre te ibas sin mirar atrás. 


Pido perdón a los poetas por este atrevimiento mío de contar en verso.